martes, 24 de junio de 2008

El Rostro del Hombre Americano

(Se publica esto por ser de interés de cada uno de los lectores y que permita crear conciencia)

PROLOGO

He escrito este libro pensando mucho en aquellos maestros y maestras que, diariamente, enfrentan en las aulas de nuestros colegios y universidades la tarea de enseñar historia . Yo mismo, en los últimos diez años de mi vida, he estado haciendo lo mismo: explorando con mis alumnos la memoria que nos ha sido legada y que se constituye cotidianamente en el conjunto de referentes desde los que construimos nuestro ser presente; las formas de vivir y de gobernar las sociedades; los utensilios, máquinas y herramientas que el hombre ha fabricado y sus propósitos; los modos de entender el conocimiento y de concebir la realidad circundante; las maneras de relacionarse consigo mismo y con el entorno que han sido ideadas por el ser humano a través del tiempo.

Estas páginas, son el resultado final de algunos años de reflexión sobre la historia antigua y reciente de nuestro continente. Han sido alimentadas por múltiples lecturas sobre las primitivas tradiciones de los pueblos que florecieron en las más heterogéneas geografías americanas; por relatos míticos e historias sobre las aventuras de nuestros “guerreros espirituales”, muchas veces escuchados de la voz viva de sus protagonistas. También he leído la historia oficial. Adicionalmente son, sin embargo, resultado de una pasión personal: he estado durante algo más de una década buscando a los hombres y mujeres que encarnan todavía hoy aquellas viejas tradiciones, aquellas maneras de entender la vida, de pensar y de relacionarse con los otros hombres y mujeres y con todas las criaturas del universo que conforman lo que yo denomino “el rostro oculto del hombre americano”. He compartido con ellos, en días y noches inolvidables, las antiguas ceremonias nativas. Siguiendo impulsos que muchas veces contrariaban mi razón, he penetrado en lo profundo de la selva amazónica en búsqueda de los viejos “ayahuasqueros”, me he bañado en las cascadas y he danzado días enteros en agradecimiento al Sol; he aprendido las canciones sagradas que guardan la memoria de nuestros abuelos indios y he amanecido decenas de veces acompañando a los yachags en sus rituales de curación. También he subido a la soledad de la montaña a encontrarme “cara a cara” con el Espíritu. Con el pasar de los años, ha madurado en mí la convicción de que hay una América todavía no descubierta, una América que escapó a los descendientes de Colón. Una América presente en centenares de hombres y mujeres que guardaron las antiguas costumbres y tradiciones, los viejos rituales propiciatorios, las ceremonias de agradecimiento: los tesoros de un conocimiento desarrollado desde hace miles de años en nuestras tierras. Se trata de un riquísimo patrimonio espiritual, que tiene el sello propio de nuestras geografías y la marca de nuestros abuelos. Es más nuestro por eso, y es por eso que somos sus legítimos herederos. He asumido esta herencia y también la delicada responsabilidad de guardar algunas de las tradiciones de nuestros antepasados. Por razones que todavía no consigo explicar, aquello que se inició hace años como la simple curiosidad de un estudiante universitario hambriento de experiencias intelectuales, ha terminado por transfigurar no sólo mi pensamiento, sino mi ser entero. No pierdo ya mi tiempo en lamentar los sinuosos caminos que he tenido que recorrer para llegar a donde estoy: son, simplemente, los que me tocaron en suerte y solo tengo gratitud para la vida por haberme llevado a recorrerlos. Este libro es por eso, mi muestra de agradecimiento para aquellos abuelos y taitas que me introdujeron en la sabiduría ancestral y el misterio de nuestras tradiciones y que confiaron un día en que podían depositar en mis manos la responsabilidad de custodiarlas. A veces siento el peso y la magnitud de esta responsabilidad. Sé que la palabra escrita es limitada y que mis relatos empalidecen los vivos colores de las experiencias en que están fundamentados. Sé también que la vitalidad de nuestras tradiciones se prueba por el hecho de que han sobrevivido el paso de los siglos por la sola fuerza del ritual y de la transmisión oral. Asumo sin embargo mi condición de escritor, mi sueño infantil de ser escritor, en la confianza de que más allá de todo límite y toda circunstancia, el Espíritu está presente en la realización de los sueños de los hombres. Asumo también por eso, con mi vida, la total responsabilidad sobre el contenido de estas páginas que han sido mi reto de guerrero en este tiempo.

Jorge Luis Mazón

(Huaira Guamán)

1 comentario:

dulce dijo...

Qué excelente manera de descubrir la vena literaria, asumir el papel educativo y la herencia de éste en las inquietudes primarias convertidas en deseos de compartir letras y experiencias. Buen prólogo.